Aldea Pingüino ________________________

Era un martes y hacía muchísimo calor.
Aun recuerdo que vestido llevaba puesto, era tejano.
Me llevé la bolsa con tus cositas, pues sabía que de allí salía contigo en brazos.
Eran las 9 de la mañana.
Ese día me levanté sin esfuerzo, estaba muy nerviosa. La noche anterior casi no había dormido, es más, recuerdo perfectamente como estaba subida en una escalera, limpiando los muebles de la cocina. Quería que estuviera todo listo para recibirte.
La mañana transcurrió muy tranquila, de momento no dabas señales de querer salir.
Te esperábamos el día 8, pero por alguna razón, me hiciste más larga la espera.
Ese día, ya era martes 20, ese día te vería por primera vez.
Fue al mediodía cuando comenzaste a pelear.
Entonces me invadió una sensación extraña, sentí miedo y tristeza.
Miedo y tristeza, mezclado con unas ganas inmensas de verte, mezclado con alegría.
Sería la primera vez que te tendría en los brazos, pero la última que te tendría en mi interior.
Era el último día que tenía solo para mí.
Me bajaron a otra planta, donde iban a acelerar más aun tu llegada.
Estaba claro, que te sentías bien conmigo, te resistías a salir.
Ya eran las 5 de la tarde cuando comencé a notar muy fuerte tu presencia.
Los dolores eran tan intensos que apenas me dejaban fuerzas para respirar, recuerdo que en cada contracción, mi cuerpo parecía quebrarse en dos. Han sido los dolores más agudos que jamás he sentido.
A mi alrededor había mucha gente, pero mi mente no tenía ganas de observar, mi cuerpo necesitaba descanso y tu peleabas con él.
En ese momento, debí de darme cuenta de tus ganas de vivir, de tu alegría y de tu energía. En ese momento debí de comprender que serías guerrillera.
Solo recuerdo que pedía sin cesar que me dieran más anestesia.
Ya quedaba poco, mi amor.
Ya estabas casi en mis brazos, solo faltaba un último esfuerzo.
Las horas pasaban y yo me desesperaba, creía que no terminaríamos nunca.
Pero el momento llegó.
Eran las 19:50 del día 20 de junio del 2000.
Una preciosa niña de ojos azules y facciones angelicales, estaba en mis brazos.
En ese momento te dije… hola mi amor, soy mamá.
Solo abriste un ojito, ese ojito azul y vivaracho que con el paso de los meses se volvió más verde que azul.
Me sonrieron unos labios rosados y perfectamente dibujados, como el resto de tu cara.
En ese momento supe que tenías ángel.
Hoy, 6 años después, eres una preciosa rubia de limpias facciones y sonrisa permanente.
Eres mi más preciado tesoro. Sin ti, mi vida no tendría sentido.
He tenido la gran suerte de ser tu madre, gracias por venir hasta mí.
No imaginé jamás que un corazón tuviera tanto amor para sentir por una ser tan pequeño.
Nunca imaginé que un corazón tan pequeño como el tuyo, fuera capaz de querer tanto.
Mi cuerpo se derrite cuando me dices “mami, te quiero”.
Me siento en otro mundo cuando me besas.
Hoy, como cada día solo quiero que sepas, que eres el amor de mi vida.
Mamá estará siempre contigo, Gatchan.
Te quiero.

Gatchan con 20 semanas

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